Sobre nosotros

Cuando a mi hijo le diagnosticaron autismo, me sentí perdida y abrumada. No había un plan médico claro, ni una sola persona que me guiara hacia la terapia adecuada, ni una dirección clara sobre cómo emprender este viaje. El diagnóstico parecía determinar para siempre el destino de mi hijo, todo lo que podía hacer era tratar de contener las lágrimas.

Desesperada por obtener ayuda, recurrí a grupos de apoyo, apoyándome en los corazones compasivos de otras familias que habían pasado por un camino similar. Me ayudaron a navegar por la compleja red de servicios del Centro Regional, pero con demasiada frecuencia, cuando descubría un servicio para el que mi hijo era elegible, ya era demasiado tarde para solicitarlo.

Me sentí sola y desesperanzada, en una carrera constante contra el tiempo, sabiendo que cada minuto contaba para el progreso y la mejora de mi hijo. Cada día se sentía como una batalla y el peso de la incertidumbre era aplastante. Ojalá el sistema hubiera sido más transparente, para no tener que perder un tiempo precioso buscando servicios que se suponía que ayudarían a mi hijo.